miércoles, 17 de marzo de 2010

El must de los elefantes



Cuando en las películas y documentales se ven elefantes enfurecidos, que se abalanzan sobre las aldeas a plena luz del día y embisten a la gente e incluso a los coches, se habla de que han “enloquecido”, pero no es exactamente eso lo que pasa. Lo más probable es que se trate de un elefante macho (puede ser tanto africano como asiático), que sufre un episodio de must. Este fenómeno es uno de los enigmas más desconcertantes de la conducta de los elefantes.

El must es una condición más o menos periódica en los elefantes machos, caracterizada por una conducta altamente agresiva (a veces agreden a otros grandes animales, como rinocerontes o jirafas), acompañada por un gran incremento en las hormonas reproductivas (los niveles de testosterona en un elefante en must pueden ser hasta 60 veces mayores que en el mismo elefante en otra época). Sin embargo, no se sabe si este cambio hormonal es la única causa del must o simplemente un factor contribuyente (es exagerado y quizá no muy oportuno comparar el must con el síndrome premenstrual femenino, en que muchas mujeres se muestran más agresivas que de costumbre, pero no he podido evitar la asociación de ideas). La investigación científica del must es muy difícil porque, durante él, incluso el más plácido de los elefantes puede tratar de matar humanos.

Los episodios de must suelen ser estacionales, ocurriendo preferentemente en invierno. Esto hace que no se pueda vincular claramente al must con el celo, ya que el ciclo estral de las elefantas no es estacional y los elefantes están siempre disponibles para cubrirlas. Los elefantes en must sí que muestran un mayor apetito sexual e intentan aparearse con las elefantas sin mirar si éstas están en celo o no, y a veces las agreden si no les permiten copular (esto se ha observado sobre todo en elefantes en cautividad). De acuerdo a algunas observaciones, las elefantas más viejas de una manada dejan pasar a los machos en must cuando una hembra del grupo está en celo, y bloquean el paso a los machos más jóvenes, que aún no han entrado nunca en el estado de must (entran por primera vez a los 15-20 años). Los elefantes asiáticos salvajes frecuentemente entran en must durante la estación de las lluvias, cuando tienen problemas para acceder a la comida y los días son más más cortos (la secreción de hormonas frecuentemente está relacionada con la duración del día).

Frecuentemente, los elefantes en must descargan una secreción ocre y espesa como el alquitrán llamada temporina desde los canales temporales a los lados de la cabeza. La composición de la temporina no está bien caracterizada, debido a las enormes dificultades para recoger muestras. Muestras de temporina y orina recogidas a elefantes de zoológicos muestran que contienen elevadas concentraciones de sustancias olorosas como cetonas y aldehídos. La agresividad de los elefantes puede estar causada en parte por la exposición a la temporina, que resbala hasta sus bocas. Otro factor contribuyente puede ser la hinchazón de las glándulas temporales, que presionan sobre los ojos, lo que causa un dolor agudo. Los elefantes en must frecuentemente se ponen a escarbar en el suelo con sus colmillos, se supone que para contrarrestar este dolor.

El must está relacionado con el despertar sexual y el establecimiento de relaciones de dominancia entre los elefantes macho, aunque está relación es difusa y está lejos de esclarecerse. Los ataques de los elefantes machos a otros grandes animales en África han sido atribuidos a machos jóvenes, sobre todo a los que han crecido en ausencia de machos viejos. La introducción de machos mayores, de rango más alto en la jerarquía, inhibe la presentación del must en los machos más jóvenes. El must podría ser una adaptación para evitar la endogamia. Si siempre fuera el mismo macho el que inseminara a la mayoría de las hembras, caería la diversidad genética y podrían manifestarse mutaciones letales. La agresividad que provoca en los machos el must podría ser un estímulo para fomentar los combates y el cambio frecuente en los rangos de dominancia de los elefantes. Además, los elefantes en must suelen ser respetados por los no afectados.

El periodo álgido del must suele durar un mes (precedido de unas tres semanas de agitación creciente) y es seguido de otro periodo similar de agresividad decreciente. Los elefantes “adolescentes” (entre los 10 y los 20 años) suelen mostrar un must más breve (desde un par de días a una semana) y menos intenso. La intensidad y la duración del must van aumentando progresivamente a lo largo de los años y alcanzan un pico alrededor de los 30-40 años, para luego descender de nuevo. Los elefantes de más de 55 años raras veces muestran must (la naturaleza es sabia: ya no están para muchas peleas). En cautividad, los elefantes pueden permanecer en estado de must un año o más.

Los mahouts (cuidadores de elefantes indios) encadenan a los elefantes en must y los privan de comida y agua durante algunos días, o bien los someten a una dieta muy estricta. Así, reducen el must a una semana o menos. También se usan algunos fármacos con este fin, como la xylazina y el acetato de leuprolide.

martes, 2 de marzo de 2010

El origen de las aves: nuevos datos

Limusaurus inextricabilis
Epidexipteryx hui

Anchiornis huxleyi. El estudio del fósil de este dinosaurio ha permitido averiguar de qué color eran sus plumas (ver "El verdadero color de un dinosaurio")


En los últimos años, el aluvión de pruebas que relacionan a las aves con los dinosaurios terópodos es abrumador. Pero esclarecer el origen de las aves ha sido una tarea muy larga y compleja. Las aves son unos seres singulares, que muestran una combinación muy particular de caracteres.

El vuelo es una habilidad difícil de conseguir, y para posibilitarlo han sido modificados multitud de detalles de la anatomía y la fisiología de las aves, ocultando su origen evolutivo (todas las aves actuales, incluidas las no voladoras, descienden de antepasados voladores).

Los caracteres distintivos de las aves son, por ejemplo: las plumas (estructuras que no tienen equivalentes en otros grupos actuales), picos sin dientes, huesos huecos y livianos, esternón con quilla saliente y clavículas fusionadas para anclar firmemente los anchos músculos que baten las alas, y metabolismo de sangre caliente, que proporciona la energía necesaria para los esfuerzos del vuelo.

El hallazgo de Archaeopteryx, una pequeña criatura emplumada de hace 148 millones de años, no dejó lugar a dudas sobre la vinculación de las aves con los reptiles (que ya evocaba la presencia de escamas en sus patas). Este fósil, una de las principales estrellas de los museos, muestra como caracteres avianos las plumas, las clavículas fusionadas y pocos más. En cambio, presenta muchas características de reptil: dientes, cola larga ósea (que es un obstáculo para el vuelo, por lo que en las aves modernas aparece muy reducida), mano con tres dedos con garras que sobresalían del ala, pelvis de reptil y ausencia de esternón (que en las aves es esencial para volar). Parecía confirmar el mito de Quetzalcoatl, la serpiente emplumada.

Pero faltaba por determinar de qué grupo de reptiles provenían las aves. Los pequeños y ágiles dinosaurios bípedos del grupo de los terópodos, que incluye también animales tan conocidos como el velociraptor o el tiranosaurio, sugerían un parentesco con las aves. Algunos de estos dinosaurios tendrían un aspecto similar a un pavo o un avestruz. Sus huesos, esbeltos y huecos, les daban la ligereza necesaria para alcanzar grandes velocidades. Sus patas tenían una estructura parecida a las de las aves, con tres dedos funcionales. Sus manos también tenían tres dedos (que en las aves se sueldan parcialmente) y el hueso de la muñeca tenía forma de media luna en ambos grupos. Hoy, los biólogos cuentan 85 similitudes esqueléticas ave-dinosaurio. El sistema de huecos para los vasos sanguíneos en los huesos es también similar en aves y dinosaurios y las patas de las hembras grávidas de Tiranosaurus rex desarrollaban formaciones óseas similares a las de las hembras de aves durante la gestación de los huevos.

Un problema era que no se habían encontrado clavículas en los dinosaurios y se pensaba que éste era un obstáculo insalvable, porque la evolución no podía reinventar un hueso perdido con anterioridad. Pero tras muchos años de búsqueda han aparecido por fin clavículas de dinosaurios e incluso se ha comprobado que algunos las presentan parcial o totalmente fusionadas.

El origen de las plumas sí parecía un enigma irresoluble. No se había visto nada parecido en otros grupos y constituía un gran problema entender cómo una estructura tan compleja había surgido de pronto, como por arte de magia, tan magníficamente diseñada para el vuelo.

Los espectaculares hallazgos de los últimos doce años en China han dado un vuelco de 180 grados a la cuestión. Se han encontrado muchas especies de dinosaurios que presentaban plumas, en diferentes estadios de su evolución: algunos presentaban simples evaginaciones cilíndricas de la piel, como si fueran cañones de plumas; otros presentaban pequeños mechones ramificados, al modo del plumón que también poseen las aves; otros muestran plumas parecidas a las actuales, pero cuyas barbas no se enganchan entre sí; en otros, las bárbulas que forman las barbas se traban entre sí por medio de unos ganchos diminutos, como en las aves actuales.

Las plumas de todos estos dinosaurios eran simétricas, lo que hacía que no fueran aptas para el vuelo. Se pensaba que esto separaba definitivamente a las aves de los dinosaurios, pero el hallazgo del fascinante Microraptor gui, también en China, ha echado por tierra esta idea. Este dinosaurio presenta plumas asimétricas no sólo en sus brazos sino también en sus patas, y además son cada vez más asimétricas hacia el final de la extremidad, como en las aves. No se sabe muy bien cómo usaba este dinosaurio sus cuatro alas, aunque se piensa que planeaba con ellas de un árbol a otro, lo que parece apoyar la teoría de que el vuelo surgió a partir de animales arborícolas que empezaron a planear, en lugar de surgir de animales terrestres que levantaron el vuelo batiendo las alas.

Este panorama de una multitud de dinosaurios diversamente emplumados proporciona el sustrato evolutivo a partir del cual pudieron desarrollarse las magníficas plumas de las aves. En lugar de surgir de pronto ya exquisitamente adaptadas a su función de servir al vuelo, evolucionaron titubeantemente a partir de rudimentos, que servían para otras funciones: aislamiento térmico, repulsión del agua, cortejo, camuflaje o defensa. Aún no hay datos para decantarse entre estas opciones, aunque es posible que en cada etapa de su desarrollo sirvieran preferentemente para alguno de estos propósitos.

En otro orden de cosas, existen bastantes indicios de que los pequeños terópodos avanzados poseían un metabolismo de sangre caliente, aunque probablemente no tan perfeccionado como el de las aves. La proporción depredadores/presas en las comunidades de estos dinosaurios, más próxima a las típicas de animales de sangre caliente que a las de animales de sangre fría, la estructura ósea o diversas consideraciones energéticas, son argumentos a favor de la capacidad de regular la temperatura corporal.

Recientemente ha aparecido una prueba muy contundente del parentesco de los terópodos con las aves. El análisis de la secuencia genética obtenida de la proteína del fémur de un Tiranosaurus rex de 68 millones de años de antigüedad confirma que este animal comparte un linaje común con los pollos, los avestruces, y en menor grado, con los caimanes. Los resultados de esta investigación representan la primera utilización de datos moleculares para colocar un dinosaurio no aviar en un árbol filogenético.

Por si esto fuera poco, en China no paran de encontrar dinosaurios con características avianas y aves con características dinosaurianas. Anchiornis huxleyi, es la criatura emplumada más antigua de la que se tiene noticia (data de hace 155 millones de años). Este animal medía unos cincuenta centímetros, tenía cuatro alas y poseía un extenso plumaje cubriendo sus brazos, cola y pies. Sus descubridores dicen que el hallazgo de este terópodo supone una prueba casi definitiva de que los dinosaurios son ancestros de las aves.

Otro raro dinosaurio chino con aspecto de pájaro exótico (Epidexipteryx hui) aporta datos en la misma dirección. Esta especie, que precede ligeramente al Archaeopteryx en el tiempo, ha sorprendido a sus descubridores con una combinación inesperada de características de diferentes clados de dinosaurios terópodos y algunas aves primitivas. Lo más notable es que luce dos pares de largas plumas primitivas en la cola, a modo de cintas. La parte, conservada de manera incompleta, del cuarteto de plumas, mide 20 centímetros, igualando, aproximadamente, a la longitud del tronco de este dinosaurio de tamaño semejante a una paloma. Hasta el momento, éste es el único fósil conocido de dinosaurio con tales plumas excepcionales en la cola. Antes de este descubrimiento, las plumas largas y con aspecto de cintas en la cola, sólo habían sido documentadas en aves primitivas del Cretácico como el Confuciusornis y el Protopteryx. Más interesante aún, no se muestra ninguna indicación de que el nuevo dinosaurio semejante a un ave pudiera volar, ya que no se aprecian plumas en los márgenes de las extremidades. Muy probablemente, las largas plumas de la cola tenían una función ornamental.

Más de lo mismo. Resumo directamente otra noticia similar: un equipo de científicos ha descubierto un singular dinosaurio, herbívoro y provisto de pico, en China. El hallazgo demuestra que los dinosaurios terópodos eran ecológicamente más diversos en el Jurásico de lo que se pensaba, y brinda evidencias importantes sobre cómo la garra aviar de tres dedos evolucionó a partir de la "mano" de ciertos dinosaurios. Este hallazgo también concilia los datos procedentes de los huesos fósiles con los datos extraídos de las estructuras moleculares de aves vivientes. Limusaurus inextricabilis fue hallado en depósitos geológicos de 159 millones de años ubicados en Xinjiang, en el noroeste de China. Este dinosaurio poseía un pico totalmente desarrollado. Su falta de dientes, sus extremidades cortas sin garras afiladas, y otros rasgos sugieren que se alimentaba de plantas, aunque está emparentado con los dinosaurios carnívoros.

La recientemente descubierta "mano" de dinosaurio es rara y proporciona nuevos datos que van a ayudar a finalizar un debate sostenido durante mucho tiempo acerca de qué dedos se encuentran en las aves actuales. Las peculiares extremidades de los dinosaurios terópodos sugieren que los dos dedos más externos (equivalentes al pulgar y al meñique) se perdieron durante el curso de la evolución, quedando sólo los tres internos. Los tres dedos de los terópodos más avanzados son el segundo, el tercero y el cuarto, los mismos dedos perfilados en los embriones de las aves, al contrario de la interpretación tradicional de que eran el primero, el segundo, y el tercero.